8 de abril de 2011

Cañero o la transmutación del rosa y el azul

Cada vez que le preguntan, Juan "El Golosina" es claro al respecto: "Ni me siento rosa ni azul. Soy raro". Esa misma confusión, esa transmutación de los colores como ejemplar metáfora, fue lo más destacado de la carrera de Cañero.

Amaneció lluviosa la mañana y las incógnitas empezaron a despejarse desde prontito. El excelentísimo, vestido de paisano y acompañado del presidentito, se cayó de la participación debido a sus problemas con los vértigos, que todavía no ha terminado de solucionar. Juan Luis tardaba y todos sospechamos que el día de lluvia no iba a favorecer su presencia. Algunos apuntaron que tal vez fuera la presión de mantener el papel de perseguidor del líder lo que había podido determinar su ausencia.



Enrique ya se frotaba las manos y hacía sus cábalas y suma de puntos mientras mostraba una cara bien distinta, la de la relajación, cuando su semblante se vio alterado por la súbita aparición de Muriel, que apareció tras la suave cortina de lluvia para congratular a todos - a unos más que a otros - los que pensaban que se quedaría en el gran premio de Jerez. Demostrando compromiso, renunció a la juerga nocturna para acompañar a su club en tan emblemática carrera.

Sin tiempo para el habitual rosario de excusas, hubo foto y comenzó la carrera. Durante la primera vuelta, se formaron dos grupitos. En el de cabeza, el trío formado por Muriel, Enrique y Juanma coronaba la primera vuelta midiendo fuerzas y cada uno con su estrategia. Cada cual pensando:

Enrique: Con lo bien que voy y estoy aguantando aquí a estos dos que van muertos, pero no puedo tirar que si no voy a ser el único tonto que tropiece tres veces en la misma piedra y aunque solo sea por eso, vamos a aguantar aquí el tirón como sea, que ya habrá tiempo de correr.

Muriel: Quien me mandaría a mí venirme de Jerez con lo bien que estaría allí yo ahora durmiendo la mona, que estoy aquí que voy a echar las "asauras", pero bueno, hay que poner buena cara y aguantar el tirón. Que Enrique se crea que voy bien.

Juanma: Tengo que ganar una carrera ya de una vez, cojones. Aunque voy muerto con este resfriado estos llevan hoy un ritmo asequible, así que a ver si aguanto así hasta el sprint final.

Con esos pensamientos y esas poses en el gesto pasaron por la línea de meta en la primera vuelta de la siguiente guisa. Nada hacía presagiar lo que al final ocurriría.



Por detrás, Paqui y la Presidenta corrían con acompasado ritmo. Casi cogidas de la mano, ayudándose en cada kilómetro, dando un ejemplo de compañerismo. Nada hacía presagiar lo que al final ocurriría.

Y lo que al final ocurrió fue la súbita transmutación de los colores. A falta de dos kilómetros, Enrique decidió no esperar más y demarró. Impuso un ritmo fuerte que descolgó a Rafael Muriel, que intentaba no perder demasiada distancia, y que dejó totalmente desauciado a Juanma. Muriel hizo acopio de fuerzas y aguantó estoico el ritmo de Enrique, a sabiendas de que si no lo descolgaba por completo, podría recuperarse. Enrique empezó a dudar, y a falta de quinientos metros, Rafael lanzó su ataque y volvió a coger su altura. Doblaron la última curva y enfilaron la línea de meta en paralelo. Se hizo el silencio. Todo pareció congelarse como en una fotografía antigua. El speeker silenció su discurso, el rumor de la gente desapareció y todos giraron la vista hacia la pareja que enfilaba los últimos metros prometiendo un sprint de los que hacen época. Entonces, cuando todo estaba listo para escribir una nueva página dorada del Atletismo cordobés, sobrevino la decepción. Les faltó cogerse de la manita. Los dos, casi en la línea de meta, dieron el lamentable espectáculo del, "no, pasa tú primero" (mirad que deportivos somos). El presidente bajó la vista, avergonzado, y pensó: ¿Acaso es esto lo que les he enseñado yo?

Cuando la sombra de la decepción casi había amargado la mañana de nuestro Excelentísimo Presidente, el Atletismo ofreció revancha. Venían las chicas. Justo antes de la última curva, Isabel apretó el ritmo -quería su primera victoria en el apartado féminas-, y Paqui aguantó a duras penas. No quería perder su hegemonía así que lanzó un órdago que resultó ser un farol más que otra cosa y adelantó a la Presidenta esgrimiéndole un amenazador "Esto es la guerra, mami". Pero no hubo caso. Isabel estaba resuelta a vencer y en la recta de meta ofreció un sprint a los presentes digno de una atleta de altura. Barbilla recta, sonrisa de orgullo y levantando las rodillas para marcar un elegante ritmo, cruzó la meta en el primer lugar en lo que a mujeres se refiere. 




El presidente se sintió recompensado en sus adentros, y el orgullo que le crecía en el interior fue suficiente como para tapar el lamentable espectáculo que habían ofrecido minutos antes sus pupilos.

P.D. Sirva como atenuante que Rafael Muriel presentó al día siguiente un informe médico en el que explicaba que tenía prohibido esprintar y que eso le va a servir de excusa, por lo menos hasta la próxima carrera.

P.D.2. A Rafa Leva le van faltando cada vez menos kilómetros para ser oficialmente "uno de los nuestros" y así aparecer en las crónicas, sumar puntos y demás zarandajas.

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