La última carrera del año venía precedida de una expectación inusitada. Nunca en la corta historia de este modesto club habíamos llegado a la última carrera con este nivel de competitividad. Situemos el escenario:
Enrique y Rafa venían en dura pugna luchando por el campeonato durante las últimas carreras. El que todos dábamos como campeón saliente supo resarcirse y jugar sus cartas, calculadora en mano, para poder reeditar triunfo. El campeó que todos teníamos como entrante, después de un duro esfuerzo pensó que todo estaba hecho. El duro revés que sufrió en la votación de la cena de Navidad, en la que por unanimidad se decretó que no computaran los puntos de Hornachuelos, habida cuenta de que no se había cumplido en tiempo y forma con las fotos, tiempos y crónica, lo puso contra las cuerdas. Después de una semana en la que no paró de llorar y llorar y de usar inadecuadamente el término "pucherazo" el excelentísimo presidente decidió hacer gala de la magnanimidad que lo caracteriza y de forma unilateral, sin consultar a nadie más, haciendo uso de las atribuciones inherentes al cargo, sumó a Enrique los puntos de Hornachuelos.
Esto hacía voltear completamente los pronósticos, ya que a Rafa se le hacía casi imposibe alcanzar el liderato. A Enrique le bastaban tan solo cinco puntos, los cinco puntos de la foto, para ser matemáticamente campeón. Podía darse el lujo de vencer sin ni siquiera correr. Pero entonces ocurrió lo inesperado.
Rafa y Enrique comenzaron la carrera mucho antes, en el Merca, por la mañana. El abogado y el responsable de mercados estuvieron tanteándose. Que si voy, que si no voy, que si tú no vas yo no voy tampoco. Ya se pueden ustedes imaginar. El caso es que Enrique pecó de exceso de confianza y, pensando que el abogado arrojaría la toalla en última instancia, decidió echarse una siesta a la hora misma de la carrera. El abogado, en ese mismo momento en el que Enrique se metía en su cama para dormir un sueño que se tornaría pesadilla, decidió que en su espíritu está siempre intentarlo hasta el último aliento y que no podía dejar ganar a Enrique sin siquiera correr la San Silvestre, eso hubiera quitado mérito y brillo a su victoria, así que se calzó las Bomero y se fue para la carrera. Como un último acto de honestidad, llamó a Enrique para comunicarle su decisión, cosa que no tendría que haber hecho pero hizo, pero él ya estaba durmiendo. Y ya se sabe: camarón que duerme, se lo lleva la corriente.
Muriel se hizo su foto, junto a Cande, que terminó su año tal y como lo comenzó. Un año horribilis el de nuestra campeona que ha ido acumulando lesiones que le han impedido estar a la altura. Seguro que el nuevo año será distinto para ella. Pero centrémonos en lo que de verdad importa. Muriel fue, se fotografió, cogió esos cinco puntos, corrió la carrera con un más que discreto tiempo (a razón de lo que nos tiene acostumbrados), sumó así otros treinta y seis puntos adicionales y con esto, terminó imponiéndose en la clasificación por dos pírricos puntos.
En su favor, decir también que es el corredore que más kilómetros ha corrido este año, algo que también es digno de mención. El caso es que Rafael, desde esa ajetreada tarde de San Silvestre, ya no será nunca más el campeón sino el BICAMPEÓN de Mercacórdoba.
No me gustaría despedir esta humilde crónica sin valorar el esfuerzo que Enrique ha hecho por campeonar. Es una pena que con todo lo batallado haya dejado escapar la victoria en el último momento, y de una manera tan absurda. Lo único que necesitaba era ir, hacerse una foto, pero pensó que no lo necesitaría y sí ha sido así. Desde aquí lo animamos a que sepa aprender de los errores y vuelva a intentarlo en el 2012, que tendremos mejoras en los bonus y un calendario mucho más exigente para todos.